No seamos Jokers, dejémoslos en paz
A diferencia de los otros
escritos que he publicado en el blog, empiezo este con una opinión (y lo
termino con otra). Sería un tremendo error por nuestra parte culpar a los
murciélagos de los desastres que está provocando la COVID-19 causada por el
virus SARS-CoV-2.
Parece demostrado por
numerosos estudios que el reservorio principal de ese (y otros) virus son los
murciélagos, en este caso en concreto, los murciélagos de herradura (género Rhinolophus). Sin embargo, el hecho de
que ese virus en concreto, el SARS-CoV-2, haya dado origen a la pandemia de la
COVID-19, no es, evidentemente, responsabilidad de los murciélagos sino de
determinados “usos y costumbres” nuestros, como ha quedado demostrado durante
el estudio del origen de la pandemia.
Los murciélagos
pertenecen al orden zoológico de los quirópteros
(Chiroptera), nombre que deriva de la
unión de dos términos del griego antiguo: kheir
(que significa mano) y pterón (que
significa ala). Lo que se podría traducir como “manos-alas” o, quizás con algo
más de sentido, “manos transformadas en alas”. El nombre común murciélago es una construcción derivada de otros dos términos, pero
esta vez del latín: mus (que
significa ratón) y caecus (que
significa ciego). Según esta definición, los murciélagos serían “ratones
ciegos”. Ambas denominaciones, tanto la científica, derivada del griego antiguo
como la popular, derivada del latín, tienen sentido, puesto que estos mamíferos
tienen el aspecto externo parecido al de un ratón, tienen las patas anteriores
transformadas en alas y, aunque solo unos pocos son ciegos, sí que pueden
parecerlo debido a que la mayoría de las especies poseen unos ojos muy
pequeños.
Dejando aparte nuestra
necesidad de poner nombre a todos los animales, cosa que Robert Allen Zimmerman
, más conocido como Bob Dylan, dejó claro en su canción “Men gave names to all
the animals”, de 1979, los murciélagos llevan en nuestro planeta más de 52
millones de años. Nosotros, como humanos (del género Homo) llevamos aquí solo unos 2,5 millones de años.
Durante esos 52 millones
de años, los murciélagos han tenido tal éxito evolutivo que en el año 2018 la
Mammal Diversity Database (MDD) cifraba en 6495 el número de especies de mamíferos
(incluyendo 96 extintas) en todo el mundo, y de ellas, 1386 son murciélagos (distribuidas
en 18 familias y 227 géneros, perdón por dar tantos datos taxonómicos, pero es
que a los biólogos nos han educado así). Es decir, más del 21% de todas las
especies de mamíferos son murciélagos. ¡Una de cada cinco!
Sin embargo, pese a su
éxito evolutivo, la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza
(IUCN, por sus siglas en inglés), clasifica a 23 como especies en peligro
crítico de extinción (CR), a 60 como especies amenazadas (EN), a 109 como
especies vulnerables (VU) y a 80 especies como próximas a estar amenazadas
(NT). Al resto las clasifica como fuera de peligro o como especies de las que
no se tienen suficientes datos como para incorporarlas en ninguna de las
categorías anteriores.
Eso supone que casi el
20% de todas las especies de murciélagos existentes actualmente en el mundo se
encuentran, en mayor o menor medida, amenazadas.
De 1386 especies de
murciélagos, tan solo tres, el vampiro común (Desmodus rotundus), el vampiro de patas peludas (Diphylla ecaudata) y el vampiro de alas
blancas (Diaemus youngi) ―todas ellas
pertenecientes a la subfamilia Desmodontinae,
dentro de la familia Phyllostomidae―
se alimentan exclusivamente de sangre. Por cierto, estas tres especies viven
únicamente en el continente americano desde México hasta Argentina.
Como podemos comprobar
con una simple “regla de tres”, esas tres especies suponen aproximadamente el
0,21% de todas las especies de murciélagos. El resto de las especies, es decir,
el otro 99,79%, se alimenta de insectos, frutas o néctar de las flores, incluso
algunas se alimentan de ranas, peces y otros pequeños vertebrados.
En las culturas
occidentales (que no en las orientales) es habitual que relacionemos a los
murciélagos con conceptos negativos. Nuestra fantasía los ha convertido en
terribles portadores de enfermedades, en chupadores de sangre, en aliados del
demonio… incluso en los casos en los que la fortuna ha querido convertirlos en
superhéroes, lo ha hecho con muchos matices oscuros, como es el caso del más
conocido de ellos, “Batman”.
Y seguramente esos
prejuicios hacia estos mamíferos voladores (los únicos mamíferos capaces de
volar realmente) se deben a sus características ecológicas, entre las que
destaca su preferencia por la actividad durante las horas nocturnas.
La nefasta fama que rodea
a los murciélagos en nuestras culturas no parece tener ningún fundamento.
Quizás debería ser todo lo contrario, ya que ese 99,79% de las especies de
murciélagos a las que me he referido antes no hacen más que proporcionarnos una
enorme (y a veces muy difícil o imposible de cuantificar) cantidad de
beneficios.
Los murciélagos
insectívoros, que son la mayoría, controlan con una enorme eficacia las
poblaciones de insectos voladores y de otros artrópodos, tanto las poblaciones
naturales como las que se han convertido en plagas debido a nuestros usos
agrícolas o las que son portadoras de patógenos potencialmente peligrosos para
nosotros. De esa manera, entre otras cosas, contribuyen a mantener la
estabilidad en los ecosistemas.
Diversos estudios
llevados a cabo con murciélagos en cautividad han permitido conocer que un
murciélago puede devorar en una sola noche una cantidad de insectos que supone
hasta el 25% de su masa corporal. ¡Una cuarta parte de su peso en una sola
noche!
Los científicos están
convencidos de que en la naturaleza esa cantidad es incluso superior debido a
que en condiciones naturales los murciélagos consumen mucha más energía y, en
consecuencia, necesitan más comida.
Y eso sucede cuando los
murciélagos se encuentran en condiciones “normales”, porque cuando están en
algún momento especialmente crítico de su vida, como cuando las hembras están
amamantando a sus crías, la cantidad de insectos devorados puede superar el
100% de su masa corporal. ¡Más que su propio peso en una sola noche!
Eso se ha comprobado, por
ejemplo, en el murciélago marrón americano (Myotis
lucifugus), que pesa 7,9 gramos y que, cuando está amamantando, devora 9,9
gramos de insectos cada noche.
Otro murciélago, el
murciélago cola de ratón (Tadarida
brasiliensis), que pesa casi el doble que el anterior (alrededor de 15
gramos), cuando está amamantando a su cría come una cantidad de insectos que
supone hasta el 70% de su peso, es decir, alrededor de 10,5 gramos cada noche.
Eso da un resultado de casi 300 gramos
de insectos durante el periodo de lactancia.
Teniendo en cuenta que
las hembras alcanzan la madurez sexual a los nueve meses de edad (los machos
tardan más, maduran a los 17 meses aproximadamente), que la vida media de los
ejemplares de esta especie en condiciones naturales se ha calculado en unos 8
años y que las hembras tienen una cría cada año desde que son maduras, podemos
concluir que cada hembra, solamente durante sus períodos de lactancia, consume
un total de alrededor de 2,5 kg de
insectos.
La colonia de cría de
esta especie de murciélago que se establece cada año en Braken Cave, una cueva localizada a las afueras de la ciudad de San
Antonio, en Texas (USA), está formada por alrededor de ¡20 millones de individuos! Los murciélagos se establecen allí cada
año desde el mes de marzo hasta el mes de octubre, y dan lugar a la que ha sido
considerada como la mayor concentración de mamíferos conocida en el mundo.
Las proporciones entre
machos y hembras en estas colonias de murciélagos pueden variar de unas zonas a
otras, pero asumiendo que haya aproximadamente una hembra por cada macho (ratio
1:1), el resultado es que esa colonia alberga alrededor de 10 millones de
hembras.
La sencilla operación de
multiplicar el consumo de insectos por parte de cada hembra lactante durante
una temporada de cría (aprox. 300 gramos) por el número de hembras lactantes
(aprox. 10 millones) nos proporciona una ligera idea de la cantidad de insectos
que esta colonia hace desaparecer durante el mes aproximado que dura la
lactancia: ¡3.000 toneladas!
Si extrapolamos esa
cantidad a las siete temporadas de cría que suele tener una hembra de esta
especie a lo largo de su vida, nos da la exorbitante cifra de ¡21.000 toneladas de insectos!
¡Y eso solamente durante los meses en los que
están dando de mamar!
¡Y solo en la colonia de Braken Cave!
Braken Cave (Daniel Spiess) |
Evidentemente, las
hembras también comen cuando no están en periodo de lactancia, igual que hacen
los machos, es decir, comen insectos durante todo el año (esta especie es
migradora y se desplaza desde Texas a México durante el invierno para evitar
las bajas temperaturas y la escasez de comida). Y aunque la cantidad diaria de
insectos que comen durante esas épocas es inferior a la que corresponde al
periodo de lactancia, no hace falta mucha imaginación para darse cuenta de que
la masa de insectos voladores que pueden llegar a eliminar es extraordinaria.
Hasta aquí he apuntado
datos sobre la cantidad de insectos que pueden comer los murciélagos, y es
posible que eso no sea suficiente para
comprender lo importantes que estos mamíferos voladores son para todos los
ecosistemas, tanto los naturales como los antropizados, es decir, los alterados
por el hombre, principalmente los agrícolas.
Soy biólogo, no economista, y además, nunca he sido partidario de cuantificar económicamente
los valores naturales, por lo que mi
criterio para establecer si los datos ofrecidos por los investigadores de estos
temas son razonables o no lo son, se puede considerar nulo. Sin embargo, para
los que os apetezca interpretarlos, aquí van algunos extraídos del artículo Economic value of the pest control service
provided by Brazilian free‐tailed bats in south‐central Texas que fue
publicado en 2006 en la revista científica Frontiers
in Ecology and the Environment.
Helicoverpa zea (United States Agricultural Research Service/Public Domain)
|
Los autores del artículo
solo han considerado para su estudio las poblaciones de murciélago cola de
ratón (Tadarida brasiliensis) de ocho
condados algodoneros del sudoeste de Texas, USA (unas 4000 hectáreas), que han
calculado en 1,5 millones de murciélagos, y solo han analizado su impacto sobre
las poblaciones del gusano del algodón, que es la oruga de la mariposa nocturna
Helicoverpa zea, que constituye una
terrible plaga para los cultivos de algodón (Gossypium sp.). Además, solo han tenido en cuenta las fechas que
transcurren entre el 10 de junio y el 8 de agosto. Esas fechas corresponden al
momento en que las orugas pasan de comer maíz a comer algodón (10 de junio) y
al momento en que la planta de algodón ya no puede ser atacada por ellas (8 de
agosto).
Sus cálculos muestran un
valor medio de 741.000 dólares por temporada, con una variación de entre 121.000
y 1.725.000 dólares en función de las características de la temporada. Por otra
parte, han calculado que el valor del
algodón que se cosecha cada año en esos condados oscila entre los 4,6 y los 6,4
millones de dólares anuales.
Algodón (Gossypium sp.) (Michael Bass-Deschenes) |
El resultado final es que
tomando los valores promedio (741.000 dólares de ahorro y 5,5 millones de valor
de las cosechas), el ahorro económico propiciado por esas poblaciones de
murciélagos es de casi el 13,5% del valor de la cosecha.
Ya dije antes que no soy economista, pero seguro que alguien
sabrá poner en valor esas cifras. Los cultivadores de algodón de esos condados seguro
que sí saben valorarlo, aunque sea solo por los dólares que se ahorran gracias
a los nocturnos mamíferos alados.
Referencias
Burgin CJ, Colella JP,
Kahn PL, Upham NS (2018) How many species
of mammals are there? Journal of Mammalogy 99(1):1–14. doi:10.1093/jmammal/gyx147
Cleveland CJ, et al.
(2006) Economic value of the pest control
service provided by Brazilian free‐tailed bats in south‐central Texas. Frontiers
in Ecology and the Environment 4(5):238-243. doi:10.1890/1540-9295(2006)004[0238:EVOTPC]2.0.CO;2
Kasso M, Balakrishnan M (2013)
Ecological and Economic Importance of Bats (Order Chiroptera). Hindawi
Publishing Corporation. ISRN Biodiversity. doi:10.1155/2013/187415
LaVal RK
(1973) Observations on the Biology of
Tadarida brasiliensis cynocephala in Southeastern Louisiana. The American Midland Naturalist, Vol. 89, No. 1:112-120.
doi:10.2307/2424140
Créditos de las fotografías:
Tadarida brasiliensis (Annia Rodríguez-San Pedro, Juan Luís Allendes)
Braken Cave (Daniel
Spiess)
Helicoverpa zea (United States Agricultural Research Service/Public Domain)
Algodón (Gossypium sp.) (Michael Bass-Deschenes)
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